miércoles, 14 de noviembre de 2012

Concurso de videos sobre los variados motivos que pueden llevar a un ser humano a estudiar en la E.O.I. Lee las bases, participa y gana uno de los tres premios de 100 euros en juego en el próximo Octavo Congreso de las Escuelas Oficiales de Idiomas

Muchos lo hacen por un especie de presión atmosférica, ya se sabe, hay que saber lenguas extranjeras y a aguantarse toca; otros, porque siempre quisieron poder decir mon amour con un mínimo de garantías de que iban a ser entendidos. Alguno, quizá, para leer a los poetas, Hölderlin, Keats, Leopardi, Pushkin, la sal de la tierra para los happy few. Tampoco faltan los que lo hacen para echar la tarde, que no se está mal en las clases, a nada que tengas suerte te encuentras en buena compañía, y, además, algún profesor es verdaderamente divertido. Un pequeño porcentaje, por otro lado, pasaba por allí, fue matriculado por otros, no pudo resistirse a las últimas plazas de reserva, que casi se subastan como pescado en la lonja… Ah, y me olvido de que tantos no saben por qué lo hacen, pero lo hacen y no está mal.
Pero, tarde o temprano, casi todos, incluso los más apocados, cuando empiezan a superar los nervios, el descontrol, la vergüenza, acaban por sentir el placer de hablar otro idioma, el gusto de sentirse distinto sin dejar de ser uno mismo, ese ensanchamiento de la personalidad que se multiplica, se enriquece, se adueña de nuevos matices y ve lo que nunca había visto antes, lo ve al hablar inglés, francés, ruso, alemán italiano, español…Se puede viajar por el mundo a la luz de una lámpara y mirando un mapa, con la imaginación, o viajar en sentido propio, desplazándose a los lugares. Pero hay un tipo de viaje, interior y real al tiempo, que solo se puede hacer cuando se habla otra idioma y se siente que las lenguas cumplen el extraño misterio de ser una y miles a la vez, como nosotros mismos.

 


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